Diana, era la hermana de la novia de mi mejor amigo. Yo tenía 19 años y ella 25. Se reía con unas ganas enormes. Ella también era grande en todo.

No estudiaba, no trabajaba y todo es tiempo estaba por ahí y en la puerta mirando quién pasaba por el barrio.

Estando en la casa de mi mejor amigo, una tarde llego su novia con la hermana. Vivíamos en una urbanización y las casas eran pequeñas; angostas, largas y de tres pisos. Allí entraron las dos hermanas a la sala del primer piso.

Mi amigo y su novia subieron ese día a su cuarto, obvio no había nadie más en la casa y se pusieron a tirar. Y se escuchaba abajo. Nosotros Diana y yo, decidimos hablar sobre pendejadas. La cosa es que se hizo de noche y ni yo me fui a mi casa, ni ella a la suya, porque ese era el trato para que las dejarán salir.

Ella tomó la iniciativa, me dijo que yo le parecía lindo. A pesar que no estaba muy arregladita, me excitó su confesión. Ella en un juego previo, había contado que era muy experimentada. Yo ese día conté que sólo lo había hecho con una mujer y de rapidez. Así ella se acercó, se sentó a mi lado y me besó. Luego me lo sacó del pantalón, y se puso a chupar mi pene.

Jamás me habían hecho eso y se sentía muy rico. Esto pasaba muy seguido y siempre eyaculé en su boca. Ese día le salió un poco al cabello y cuando bajó su hermana, para irse a su casa, le dijo oiga mire que tiene en el cabello. Y la risa de los cuatro fue incontenible.

Quedamos en evidencia. Y fueron muchísimas veces las qué pasó así, muy pocas veces le hice una penetración. Creo que ahí en esas experiencias, le tomé el máximo cariño a una mujer que tiene la paciencia, para mamartelo y además que le guste luego la eyaculación. A ella le fascinaba.

En el sofá del primer piso de mi amigo, pasé muchas tardes, sobre todo porque en estos días pasó la hora Gaviria que fue cuando adelantaron una hora la hora oficial en Colombia. La Universidad no me daba mucho tiempo, pero traté de estar la mayor cantidad de días posibles allí sentado.

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