Lincy Acosta

7 AÑOS ESPERANDO…

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Anonymous
Ago 28, 2017 01:57 PM 0 Answers
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Como puedes describir el gusto, la atracción, el deseo? Como materializar en líneas lo que genera dentro de sí mismo un gusto que por más de 7 años ha estado presente? Es justo con la realidad el siquiera intentar describir lo que los sentidos percibieron esa noche?  Creo que no; pero si es un ejercicio cuyo último fin sea revivir así sea en una mínima fracción como fue, es válido el intento de hacerlo.

 

La noche había llegado, el hotel estaba prácticamente solo y una leve lluvia sonorizaba el interior de este, el silencio, el aire limpio y la temperatura baja invitaban a la quietud y al descanso, pero ni siquiera así, el frio externo podía calmar las ansias de lo que podría suceder esa noche.  Después de comer y cambiarnos las ropas mojadas por la lluvia, ella lanzo su primera mas no su más fuerte arma de seducción, un pequeño vestido blanco con rayas negras, de tiras que dejaba ver sus brazos, sus hombros, y un fino escote que retaba a la vista el querer apartar la mirada de sus senos, grandes, firmes y desafiantes, como si exigieran toda la atención que un hombre pudiese dar.  Aunque no es lo más importante del caso, además de lo anterior, el vestido demostraba unas largas y tersas piernas, ella es alta, imponente, atractiva, de largo cabello castaño, como si una amazona hubiese reencarnado en estas tierras para demostrar que la belleza es innata y que  es un regalo del cielo para hipnotizar a los hombres y cautivar a unos pocos que hemos podido alcanzar el privilegio de siquiera tocarlas.

 

Repito, nada de lo anterior se compara a lo que realmente me ha cautivado y ha socavado mi tranquilidad y fuerza de voluntad por tanto tiempo; su rostro, si su silueta es cautivadora, su rostro es de una belleza letal, indescriptible.  Atenea, Venus y Artemisa estarían celosas de como los dioses plasmaron en su rostro tanta mística, sus ojos y su manera de mirar, sus labios y su sonrisa que desarman al más duro de los hombres.   Puedo parecer intenso, pero lo más probable es que ni buscando la mejor de la prosa pueda igualar lo que mis sentidos percibieron en ese momento, o como mi gusto ha estado preso de esa mujer por tanto tiempo.

 

El sitio elegido para esperar que llegase la hora de dormir fue la torre alta del hotel, un apartado con muebles, mesas, sillas, decoración rustica propia del sitio, unas hamacas en un salón redondo, con vista a la montaña fue donde nos sentamos a escuchar música y pasar el frio con algo  de licor.

 

Aunque el frio estaba presente, el calor comenzó a atacar desde el momento en que ambos nos sentamos en una sola hamaca, la posición era ideal y brindaba la excusa perfecta para que ambos cuerpos estuviesen juntos, ella se sentó delante de mí, de tal manera que podría cubrirla con mis brazos, y su rostro quedaba en el correcto ángulo de disparo para que mi boca pudiese besarla tanto en la mejilla como en su cuello y el lóbulo de su oreja.  Mis manos buscaban las de ella y aunque desde mi punto de vista su imponente escote invitaban a iniciar la batalla, de momento preferí alargar el juego de seducción con más besos, charla y brindis por poder vivir de primer plano esa noche.

Las canciones iban y venían, los besos se mezclaban con el licor y la mezcla de risas, miradas, roces de manos y el calor de nuestros cuerpos anulaba la sensación térmica de la temperatura que hacía en ese sitio, ahora que lo pienso bien, si ella no tuviera ese pequeño vestido,  tal vez el calor de ambos no sería tan notable.

 

Los pequeños detalles, al igual que un preciso condimento o unas finas hierbas, son lo que hacen de un plato una sensación inigualable y algo digno de repetir.  Es por esto que el aroma de su cabello, el encaje que luchaba por salir de su busto, como se sentía la curva de su cadera con su ropa interior sobre el vestido, las miradas furtivas, cómplices y pícaras que de reojo lanzaba, el sabor de sus besos junto con el preciso movimiento de sus labios y la manera que respondía su piel al tacto de mis dedos, son micro capsulas que se plasmaron en mi mente y alborotan mil sensaciones de solo recordarlas.

 

Luego de cierto tiempo, con la montaña como testigo, y el silencio del hotel acolitando nuestro encuentro, decido apagar las luces de aquel sitio y quedar a oscuras, no necesitaba ver nada, su estampa ya la había memorizado, su aroma ya estaba impregnado en mis receptores olfativos y la memoria muscular ya sabía dónde se encontraba cada milímetro de su piel.  Me quito la camisa y al sentir más piel contra piel los abrazos se hacen más fuertes, los besos se hacen más largos y en ese punto percibo que ya no hay limite al tiempo de los besos, que estos se alargan y tal cual como un sediento al encontrar un oasis solo piensa en beber, beber y beber, en este caso, beber del dulce néctar de sus labios.

 

Lo intenso de este encuentro es que era el primero, muchos años hablando, mucho tiempo pensando, nunca había sucedido más que un incipiente beso en la mejilla.  Como si fuera un breve resumen de lo que tuvo que esperar Florentino Ariza por tener en sus brazos a Fermina Daza y tanta espera fuera a finiquitarse como en los libros de antaño.

 

El calor que aumentaba con la sumatoria de nuestros besos, los abrazos y la proximidad de nuestros cuerpos y el deseo que crecía segundo a segundo dieron paso al primer premio que mis dedos pudiesen recibir.  Suavemente deslizándose desde el arco del oído, bajando por la mejilla, y dibujando un pequeño círculo en la cornisa de sus labios, estos inician su viaje al sur, por su cuello, pasando por su clavícula y temblando de emoción al comenzar la escalada por sus senos, cielos, es imposible describir esto, terciopelo, algodón, electricidad, veneno, una fuerza abrumadora cuando mis dedos pasaron la frontera del vestido y del encaje, para buscar entre tanto fuego, la horma precisa para que no solo los dedos disfrutaran de ese momento, sino toda la palma de la mano cubriera ese busto, ese sitio donde miles han puesto discreta o indiscretamente su mirada, pero yo, había logrado conquistar, y en ese momento, eran para mí, para mi disfrute y para que de manera hábil, conquistara y pudiese pasar y avanzar en el camino de brindar placer.

 

Los besos no cesaban, aumentaban en intensidad, cada beso no calmaba las ganas, cada beso aumentaba la sed de más, de más calor, de más proximidad, de más pasión.   Mis manos extasiadas que recorrían su busto y pasaban por entre mis dedos, notaban que la areola y la piel que cubre el pezón, se ponía más dura a cada roce de mis dedos, ahora entiendo la expresión “el cielo en las manos”.   El vestido estorbaba, el encaje que en otro punto era tan atractivo, ahora estaba destinado a estar en el suelo de aquel sitio, al bajar las tiras del vestido y quedar solo en el brassier, el soltar los broches de este no fueron un reto tan grande, quería llegar a ese punto, en donde mis manos tuviesen la libertad de acariciar la totalidad de su busto, cada milímetro de mi mano cubría una parte de sus senos, no faltaba nada, no sobraba nada, era necesario abrir bien las manos para poder sostener esas gemas que ahora disfrutaban con mis caricias.

El vestido bajaba cada vez más, pero este a la vez subía más, y me refiero a la parte de la falda de este, sus piernas al estar más arriba de nosotros, permitieron a la gravedad ejercer su función de aliado y dejar que sus largas piernas se asomaran más y más, hasta dejar ver su ropa interior, aunque la luz se había apagado, las pupilas dilatadas ya se estaban acostumbrando a la oscuridad y posiblemente la memoria genética de cazador agudizaba este sentido para poder determinar donde sería mi siguiente movimiento.  Con una mano seguía acariciando sus senos, pero la otra ya había iniciado su exploración al sur, el calor que emanaba su abdomen, el movimiento de su tórax indicando respiración agitada invitaban a seguir la faena de recorrer su cuerpo, de buscar más y más placer.

Luego de pasar por el ombligo, de dibujar círculos en él, de recorrer su vientre, de salto estiro más mi brazo y recorro sus muslos, acaricio su entrepierna y enfilo mis caricias hacia su sexo, pero llego al límite, aun no toco esa parte, dicen que para aumentar el placer en ellas hay que jugar con su mente, si abrimos primero su deseo, las piernas se abren solas, y así fue, ese tiempo recorriendo sus piernas sirvieron para que estas lentamente fuesen abriéndose más, como si reclamara especial atención su zona sagrada.

Cada beso respondía a una caricia, cada caricia incitaba al siguiente beso, y ese círculo vicioso parecía no acabar, desde hacía rato el hotel, la decoración, el frío y la hamaca habían desaparecido de mi mente, en ese punto éramos solos ella y yo, su calor, su cuerpo y su esencia eran míos en esos candentes momentos.

Decidí atacar y enfrentarme a su más fiera arma de seducción, ese panty que cubría lo que yo ya quería probar, mis dedos, tal cual Jacques Costeau sin importar el riesgo y los peligros de tal aventura comenzaron la exploración sobre la tela, la suavidad y el calor que emanaba su vulva quemaba mi mano, pero era un ardor embriagante que como un imán no dejaba separar ambas pieles, el sentir como se dibuja una W y que la punta de mis dedos no paran de recorrer, hacen que decida iniciar la ruta por debajo de esta increíblemente deliciosa prenda.  Algo he escuchado sobre esto, que el gemido miente, pero la humedad no, y mis dedos al alcanzar sus labios menores, encontraron la recompensa a tantos preámbulos, mi objetivo de brindar placer y luego recibirlo estaba siendo cumplido, sin dudarlo saque mi mano de ahí y la subí a mi boca, quería saborear lo que tanto tiempo había anhelado, quería probar de esa fuente de eterna juventud, y corroborar que el deseo, la pasión y el desenfreno tenían carta abierta para seguir soñando despierto en esa noche.

Luego de probar su humedad, y volver a besarla, mis manos retoman el punto de humedad encontrado, la suavidad y el calor de esa zona solo se asimilaba a la gloria, a la dicha, tener conciencia que durante 7 años la he deseado, que en innumerables noches su presencia ha rondado mis sueños, y que ahora, estábamos más compenetrados que nunca hacia que no solo el cuerpo estuviese excitado, el alma entera clamaba por más.  Para dar el siguiente paso, el panty debería acompañar al brassier que hacía rato estaba en el suelo, sin importar el sitio y por instantes recordando que alguien podría subir, la adrenalina de ser descubiertos daba un toque más de fuego a esa noche, sin importar lo que pasase, decido bajar su prenda y liberarla de esta para que la desnudez hiciera total presencia, cuando muevo ambas manos para lograr sacar esta prenda, noto con agrado como ella colabora y aporta a ese fin cuando sube sus caderas para facilitar la maniobra, comprendo entonces que ella también ha desechado toda pena, todo recato y quiere entregarse a la pasión y al deseo.

Al estar ella totalmente desnuda, decido igualar la situación, con solo la sudadera y el bóxer, de tajo me desprendo de ambas prendas, y al estar ambos de pie, la abrazo para que pudiese sentir mi erección, para que ambos sintiéramos nuestros cuerpos desnudos, calientes y ansiosos de más.  Quiero algo de atención y tomo su mano para que agarre lo que desde esa noche es de ella, para que tome su premio y tal cual es la justicia de pareja ambos sintiéramos placer, no solo era sentir sus suaves manos en mi miembro, como lo recorrían de arriba abajo, era el hecho de que la mujer de mis sueños, a la que yo imaginaba desnuda desde hacía mucho, ahora “literal” me tenía en sus manos, sabía que sentía las venas y el calor desprendido, y también sentía la humedad que emanaba del glande, tantos besos, tantos roces, y tanta excitación ya habían hecho su trabajo en mí también.

En ese punto pensaba en ir corriendo a la habitación, pero quería seguir sintiendo el riesgo voyerista de que alguien posiblemente nos estuviese mirando, no lo sabíamos, y no nos importaba, así que quise dar otro paso en ese sitio.  La acuesto nuevamente en la hamaca y yo me arrodillo en el suelo, le abro sus piernas y quedo entre ella, me abalanzo y comienzo a besar su vientre, mientras mis manos recorren todo su cuerpo, su cintura, su cadera, sus senos, sus hombros, su cuello, nada se me escapa, al intentar acariciar su rostro, dos dedos se acercan mucho a su boca, los toma y los chupa, los besa, como anticipando que otra cosa podría hacer con esos labios de fuego, esto me enciende aún más y sigo besando todo lo que tengo en frente, todo es todo.

Al bajar más y luego de besar su ombligo, mi boca se perfila hacia el sur, el sentir su calor, su perfume corporal y saber que sigue desnuda en frente mío, hacen que mis papilas gustativas saliven más, como si previesen que en unos segundos, un manjar de dioses sea lo que se pose en mi boca.  Y así fue, los labios fueron hechos para ser besados para ser saboreados, para generar una conexión directa con el único órgano hecho exclusivamente para dar placer y que la misma boca que conquista, sea quien extraiga de la vagina sus jugos, sus contracciones y nos regale a ambos la mayor cantidad de placer, tanto el de dar como el de recibir.  Mi lengua no para de recorrer y de explorar toda su vulva, las papilas gustativas estallan al saborear su humedad, al recordar ese sabor la erección es inminente, aun cuando lo escribo y luego al releer estas líneas.  Paso el suficiente tiempo besando sus labios y quiero saborear nuevamente los de su boca.

El deseo no cesa, está en su mayor punto, quiero sentirla totalmente y percibo que ella también lo quiere.  Pronuncio una palabra que rompe el silencio de la noche y que capta muy bien: “vamos”  sin vestirnos ni nada, solo recogiendo las ropas que estaban en el suelo, decidimos transitar el camino desde la torre a nuestra habitación desnudos, no paso mucho tiempo hasta que estuviésemos cerrando la puerta y quedando a salvo para entregarnos totalmente.

El licor y el deseo de la noche habían cumplido su misión, ningún rastro de pena, de temor, de vergüenza asomaba en ese momento, solo las ganas de sentir era lo que primaba en ese entonces, luego de besarla, de abrazarla, de tener nuestros cuerpos juntos, de sentir su busto en mi pecho, el aroma de su cabello cerca mío, el sentir nuestros sexos duros y húmedos tan juntos retomo lo que venía haciendo en la hamaca, la acuesto y abro sus piernas, quería saborear nuevamente la prueba de su excitación y preparar en mejor grado lo que vendría más adelante, saborearla es único, es sentir humedad, suavidad y calor, pero entender que tengo bajo control un arma de seducción masiva.  Lo que muchos han soñado siquiera, yo lo estaba haciendo en realidad, y no solo lo disfrutaba yo, lo disfrutaba ella.

Cada milímetro de sus labios fue recorrido, cada pliegue, cada parte, cada zona, desde su entrepierna hasta sus labios inferiores, desde su clítoris hasta el perineo, todo fue probado, todo fue recorrido con mi lengua y mis labios.  Al hacer eso, mis manos seguían jugando con su cadera y sus senos, para mí esa es la mejor posición, pero quería más.  Era hora de cambiar e invertir los papeles.  Me levanto y acomodo mi cuerpo cerca de su rostro, sonrío pícaramente y ella al ver la proximidad de mi miembro, lo mira, me mira a mí y sin rastro de duda o pena lo toma con su mano y con una pequeña abertura de su boca le da un beso a mi glande.  Carajo! El alma casi se me sale en ese momento, la mujer de mis sueños comenzaba a hacerme sexo oral, la protagonista de mis fantasías era ahora una realidad.  Mirar como entraba y salida de su boca, de esos carnosos labios, de cómo cerraba los ojos disfrutando lo que hacía, me sacaba de orbita y me desgarraba de placer.

Mientras mi amazona realizaba esa mágica labor, mi mano le consentía la vulva, mis dedos húmedos comenzaron a insertarse más en su calor, al ver esa escena la sed regresaba a mi boca y quería calmarla nuevamente, su humedad me llamaba, pero no quería que me soltara, así que me acuesto boca arriba y le insinúo la posición, de mutuo placer oral, 69 razones para morir en vida sucedieron esa noche, ver, oler y saborear su intimidad en la oscuridad, junto a sentir su boca en mi sexo era lo que más me sacaba de mi juicio mental, ya no era yo, era una energía entregada a dar y a recibir placer, estas líneas no hacen honor a lo que es esa magna experiencia.

 

No sé cuánto paso en esa posición, esa medida de tiempo ya no era relevante, el mundo había desaparecido, solo éramos ella y yo, mezclados en una sola amalgama de calor, humedad, deseo y pasión.  Susurro: “quédate ahí” y como ella estaba arriba, queda apoyada en sus cuatro extremidades, me ubico detrás de ella, y con mi pene totalmente lubricado por su saliva, me acomodo para la estocada final, para probar la cereza del postre,  miro ese panorama y comienzo la penetración, muy lento, milímetro a milímetro, sintiendo cada pliegue de su vagina abrazando mi miembro erecto, suavemente y hasta el fondo puedo ingresar a totalidad, ya que ninguna resistencia, por efecto de la lubricación, facilita el trabajo de quedar totalmente conectados.  Si existe un cielo, es dentro de ella, si existe el infierno es fuera de ella, pero en este caso, ambos son iguales de deliciosos, el entrar y salir, el vaivén de nuestras caderas estallan de deseo y electrifican toda mi columna vertebral.

Que cosas pueden pasar por la mente en esos momentos? Como no estar en un viaje por el infinito al estar conectados totalmente, no creo que la expresión “hacer el amor” sea idónea con lo que es vivir una experiencia de esa magnitud, el amor no se “hace” en esos momentos, solo se intenta igualar, se recrea con la infinidad de sensaciones y emociones que suceden en ese punto, no es solo meter y sacar mi pene de su húmeda vagina, es ser uno solo, un solo ente, es fusionar dos almas que luego de cierto tiempo se separan y regresan a la realidad.

Ahora recuerdo un sobrenombre que ella me puso esa noche, cuando estábamos en la hamaca me llamo Pepe Le Pew, aquel simpático pero fastidioso zorrillo que perseguía a una gatica para llenarla de besos.  No sé si me pase de besos, no sé si mientras la penetraba y admiraba su figura desnuda y le llenaba de besos la espalda y el cuello ella recordaba ese apodo, pero no paraba de hacerlo, la fuerza de gravedad o la fuerza de los imanes es la explicación más sencilla para explicar lo que le pasaba a mi boca, no me quería separar de su piel, solo quería sentirla cerca mío toda la noche.

Como finalizo? Ponle el final que desee, se lo dejo a su discreción, para finalizar solo quiero decir que aunque suene a libro de superación personal es cierta toda la cháchara que ellos dicen: los sueños se cumplen.  Que a todos los que tienen un amor platónico, una traga maluca, un Crush o que hayan sido friendzoneados que nunca pierdan la esperanza, la ley de la atracción funciona, y que tarde o temprano la mujer de sus sueños estará desnuda, en sus brazos y durmiendo luego de hacer el amor como nunca se ha podido hacer.

Nunca paren de soñar.

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