Un día con los compañeros de trabajo hablábamos acerca de las cosas más extremas que habíamos hecho durante nuestras vidas y mientras se hablaba de toda una gama de deportes extremos, a mi pensamiento se me vino una que aunque no es deporte extremo si era algo que se catalogaría como tal: el intercambio de parejas.

Con mi pareja empezó como una fantasía, tener sexo frente a otras parejas, ver, ser vistos  y un posible intercambio nos parecía excitante, solo faltaba algo, otra pareja que quisiera experimentar lo mismo.

No fue difícil, no me creerían la cantidad de parejas que hay en redes sociales buscando lo mismo, es más, hay páginas web exclusivas para esto y por lo tanto, también hay bares swinger.

Para empezar nos decidimos por lo último, ir a un bar swinger, conocer más de este ambiente que para muchos debe ser como algo anti natural, aberrante, pervertido, etc., pero que muchas parejas de mente abierta como nosotros nos gusta experimentar.

Se preguntaran que nos llevó a hacer esto. Les respondo, no fue rutina, no fue aburrimiento, no fue falta de sexo, (cuando nos “iniciamos” llevábamos juntos 2 años, todavía estábamos en la luna de miel),  simplemente fue ganas de experimentarlo.

La primera vez que fuimos al bar swinger la pasamos muy bien, sitio agradable, reservado, debo decir que entrar a un sitio de estos es fácil ya que no tienen avisos ni publicidad en el exterior, para los que no conocen les describo: sillas muy cómodas, mesas pequeñas, pista de baile, buena música, adicional tienen lo que llaman zonas húmedas (turco, jacuzzi, sauna) y una gran sala que llaman “de fantasías” porque es en ella a donde todas las parejas van a tener sexo o a simplemente observar.

Curiosamente nuestra primera vez no fue en un bar, fue en nuestra casa con una pareja que previamente habíamos conocido y con la cual había esa química que se necesita para dar ese paso.

Confieso, para nosotros es muy excitante intercambiar parejas, dar ese paso nos ha unido más, nos ha vuelto cómplices, nos ha vuelto más amigos, nos ha vuelto confidentes, después de siete años viviendo juntos y cinco de ser pareja swinger, todavía nos tratamos como si fuéramos novios.