Siempre me has gustado, supongo que cada que te miras al espejo sientes que eres algo excepcional, solo tu mirada es tan cautivante y profunda como el mismo océano, esos ojos son el complemento perfecto a tu rostro, suave, delicado, provocativo. Sabes que hay algo más en ti, que no eres de esta generación, ni de la anterior ni de la siguiente, eres como el cometa Halley, se ve una vez cada 75 años.
No sé cómo ni por qué pero estamos solos, en ese cuarto de ese lugar que no es preciso precisar. Mirándonos a los ojos no es necesario decir nada, todo se está expresando en ese sencillo acto de observar. Estas con una minifalda, blusa ajustada y un abrigo, tus manos entrecruzadas y el rostro ligeramente hacia adelante, un mechón de cabello se va al frente de tu rostro, y con una mano lo deslizas sobre tu oído al tiempo que una leve sonrisa. Solo con eso me haces tragar saliva, ahora imagínate lo que puede hacer una caricia.
Sabes que no me atrevo a dar el primer paso, aunque estamos solos y no hay restricción a los excesos, aún me resta algo de fuerza de voluntad, me resisto a caer, aun cuando ya haya probado lo prohibido, aun cuando ya hacía unos años, fuimos por breves momentos uno solo.
Lo haces, comienzas, te quitas lentamente el buzo y va a parar donde terminan lo que le sobra a los amantes, una esquina en el suelo. Quedas con la blusa solamente, es ligeramente transparente y completamente detestable, no debe estar encima de tu piel, seguimos mirándonos a los ojos, y sabes que debes continuar. Botón a botón vas liberándote de la blusa, dejando a la vista un braseare negro de encaje, descaradamente, uno con broche frontal, sabes que me gustan así. Cada respiro hace que el busto se mueva ligeramente arriba y abajo, cada movimiento del pecho es un grito que clama libertad, atención, exige besos.
Sigo inmóvil observándote, con la respiración agitada y las manos temblorosas, gastando las últimas fuerzas en ser correcto, solo un hilo sostiene la soga que está a punto de ceder. Tu mirada decidida quiere romperla, la mía se aferra desesperadamente.
Lo haces, sueltas el botón de la falda y cae, trago saliva. Encaje negro abajo, no hay vuelta atrás. Recoges la falda del suelo y la pones en la mesa de la esquina dándome la espalda, un hilo sostenía mi cordura, tu hilo, acaba de romperlo.
Se pierde toda moral, toda culpa, toda noción del tiempo y de la realidad, mis manos están sobre ti, tu sonrisa pícara dice “lo logré”, nos besamos, se siente el calor, tu aliento, lo carnoso de tus labios, lo firme de tu piel, la chispa de nuestro deseo, es real, es palpable. Me alejo un poco, te veo, eres música de cuerda y vino, formas curvas de guitarra y mejor sabor con los años. Mi mirada te lo dice, te acaricio el rostro, bajo por tu cuello y poso la mano en tu busto, no lo niego, esa mano hace rato quería estar ahí, soltar ese maldito broche y acariciar donde la mirada lasciva de los demás mortales no puede llegar.
Me deshago de mis prendas, ahora sí estamos a mano, solo queda un paso. El roce de los cuerpos genera sus efectos, automáticos, sinceros, comprobables. Mi mano va, tu mano viene, sientes firme, siento húmedo. Junto con el palpitar acelerado de los corazones, el calor de ambos cuerpos, la piel que se quiere fundir una con otra clama por que no quede barrera entre los dos.
Nos recostamos al unísono, frotando la firmeza con la humedad, lo que hacen ambos labios arriba quiere vivirlo tus labios abajo, mis labios recorren desde tu boca hasta tu sexo, las mismas termopilas que requieren toda la atención para proseguir, tus piernas aprietan mi cabeza, nos movemos a la par, los besos apasionados, fuertes, húmedos no discriminan que tipo de labios sean, lo disfrutas, lo disfruto, es interminable.
Alzo la mirada y veo tu rostro, el placer de un ángel y un demonio fusionado en ti, el deseo de un ángel y un demonio metidos en mi cuerpo, sé que la gloria y la condena pueden ser uno solo, comprimido en un espacio de tiempo indeterminado. Es hora de avanzar, subo y me recibes con otro beso, ya no hay barreras entre los dos, es hora de ser uno solo…
Suena la alarma.
Fue en ese reino mágico y actualmente indescifrable de los sueños, difícilmente controlable y muy pero muy escasa vez retomables, sé que si intento conciliar el sueño nuevamente ya habrás desaparecido en el casi interminable laberinto del inconsciente. Debí haberlo sospechado, en los sueños nunca se sabe cómo se llega hasta el punto inicial y de la misma manera el final llega en cualquier momento.
Es curioso que unas cuantas palabras cruzadas hace unos días haya generado un universo para los dos donde todo esté permitido, donde al menos para mí, la realidad haya sido alterada, aunque fue un sueño no veo la diferencia con una realidad, porque qué diferencia hay entre lo que el cerebro percibe en la realidad con la “realidad” que este fabrica, si las respuestas fisiológicas son las mismas.
Siempre me has gustado, debería ser normal decirlo; no somos para amor, convivencia, un futuro un proyecto de vida, es un gusto no más, un gusto fuerte que trasciende realidades.
Esta es mi manera de decirte y explicarte la frase cliché de “soñé contigo”
Así que si se da la oportunidad, nos vemos en otro sueño, hasta la próxima Daniela…
antes del alba
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