Después de mi primera experiencia en el parque con la prepago, la situación en el colegio se puso incómoda. Me sentía juzgado y en la mira de todos, como vetado por las niñas. Afortunadamente con el inicio de un nuevo año escolar llegó mi intercambio a Europa. El año 1993 no solo fue muy importante por el fin de Pablo Escobar, MTV y todo el buen rock del momento, sino que fue el año en que perdí mi virginidad con el gran amor de mi vida.

Me referiré a ella como A. Nos conocimos en la salón de clases y al parecer ella ya estaba a la expectativa de la llegada de este chico latino colombiano. Yo quedé flechado con sus ojos azules intensos y su sonrisa. Empezamos a salir, y en poco tiempo ya estábamos de novios pasando las tardes encerrados en su cuarto. Nos besábamos intensamente y ambos íbamos explorando nuestra sexualidad, avanzando día a día en el reconocimiento de nuestros cuerpos. Yo exploraba su clítoris con mis dedos, aprendiendo a reconocer sus puntos de placer y a la salida de su casa era algo vergonzoso despedirme de sus papás y estrechar su mano con la misma mano con que acababa de consentir a su hija.

Sus padres entendieron que era cuestión de tiempo para que empezáramos a tirar como conejos y muy de mente abierta llevaron a su hija al ginecólogo para que le recetara anticonceptivos. Yo soy padre de una niña y me gustaría poder ser así de abierto con el tema cuando el momento llegue.

Efectivamente tiramos como conejos. Ella mantenía mojada y yo parolo y no parábamos de explorar y aprender juntos. Fue una relación intensa que duró varios años sin importar la distancia, en una época en que la comunicación se limitaba al pésimo servicio de correo de Adpostal y las caras llamadas internacionales, pero eso no importaba; el deseo era más fuerte.

En nuestro primer viaje a Paris, sacamos una habitación en un hostal, no había mucha plata pues los dos éramos estudiantes de colegio. Cuando recibimos la habitación por su puesto teníamos que estrenarla así que ella me desabrochó el pantalón y empezó a mamarla delicioso. Perdimos concepción del tiempo y de… la cortina. Estaba abierta y unos muchachos llevaban rato viendo como me la chupaba. Nos dimos cuenta por el ruido y vimos sus caras contra la ventana. Fue un momento incómodo y yo salí corriendo a gritarles de todo. Creo que aparte de la vergüenza del momento, nos quedó gustando la experiencia de exhibirnos en público.

En las noches nos gustaba buscar lugares públicos para tirar. Piscinas, baños, zonas húmedas de hotel fueron testigos de nuestra pasión. En unas vacaciones nos echaron de la discoteca del hotel por excedernos en los besos y en la forma como nos tocábamos. Por supuesto tuvimos que terminar la faena en la habitación, pero ya habíamos llamado la atención de algunas personas que luego nos siguieron a espiarnos y sin darnos cuenta volvimos a hacer el amor con público. Misma historia al darnos cuenta que nos estaban espiando, morboseando pero creo que a los dos en el fondo nos gustaba la sensación de excitar a los demás y nos sentíamos orgullosos de lo rico que tirábamos.

En esas misma vacaciones el mayor descaro llegó un día en que alquilamos moto para darle vuelta a la isla e hicimos una parada en una playa muy tranquila y cristalina. Empezamos besándonos con familias y niños alrededor y fue inevitable que se me parara. Ella la sintió y comenzó a acariciarla con su mano, me masturbó un rato y luego se sentó encima mío y se la metió. El ritmo suave de las olas marcaban la cadencia. Teníamos gente y familias muy cerca y debíamos ser discretos con nuestros gemidos. No fue impedimento para que nos viniéramos pero quedamos con ganas de más así que la faena la concluimos en la tina de la habitación. El agua no es mi lugar favorito pero no olvidaré esa vez que nos gozamos en silencio y con la mirada atónita de los que entendieron que nos estábamos amando en esa playa.