Después de la experiencia de usar ropa de niña, de disfrutar la sensación de la tela suave untada a mi piel y sentirme sensacional al ver cómo me hacia lucir y dejando un poco de lado mi primera experiencia sexual, quedó en mi el deseo, el gusanillo, de volver a usar una ropa de chica. Lo que no imaginaba, es que mi deseo se haría realidad antes de lo que soñaba y de la forma menos pensada. Les conté sobre mi figura más redondeada de lo normal para ser un niño cierto? Pues esa figura no pasó inadvertida para alguien que no imaginaba: mi mamá. Creo que mamá siempre quiso una niña y verme de esa manera la hizo imaginar de más. Un día, que estábamos solos en casa, me miró con atención y me dijo: si fueras una chica tendrías una figura preciosa. Sólo atiné a sonreír con desconcierto. Me dijo entonces: ponte mi pantalón, a ver cómo te queda. No lo pensé dos veces, me quité lo que traía y me enfundé el pantalón de mi mamá. Era de mezclilla, pegado al cuerpo. Mamá por supuesto, era tallas más grandes que yo, sin embargo, el resultado fue halagador. Me sentó bastante bien. Resaltaban mis nalgas redonditas y paraditas. Ella sonrió y no dijo nada. Me quité la prenda y sonreí yo también. Sabía que la aventura no había terminado, que era solo el comienzo y que aún vendrían muchas sorpresas para mí, aunque también muchos conflictos emocionales. Pero esa es otra historia.
Desde los 7 parte 2
0
Anonymous
0 Subscribers
Submit Answer
0 Answers