Estaba en mi cama y ella satisfecha, yo agotado y sin una gota de fluidos en mi sistema. Sin embargo, ella se posó en mi pecho, me empezó a acariciar y con la tranquilidad y conocimiento que tenía luego de un par de años de relación, sabía que ella estaba aún por saciarse. Además, me acarició el pene y me empezó a masturbar; confieso que hasta ese momento nada me desagradaba. No obstante, quería que se lo metiera, que me la cogiera como a ella le gustaba: duro, como no hubiese un futuro. Pero yo no quería, estaba molido, sin contenido y sin ganas de meterle algo, ni una de esas tantas mentiras que le solía decir. Pero eso a ella no le importaba, ni mucho menos a mi pene que tenía una erección sin escrúpulo alguno. La tomé en cuatro, se lo metí tan duro como mis ganas y odio me permitían, me la follé como si mi vida dependiera de ello; la tomé de las caderas y la penetraba una y otra y otra vez, cada vez con más fuerza, quería que se viniera así ella no lo deseara, quería que mi obligación sin ganas terminara. Y lo logré, ella terminó tendida en la cama y se durmió para no volver a despertar en un par de horas. Pero aún así, no lo disfrute aunque mi pene parecía indicar otra cosa: no la eyacule, no tenía ni las ganas, ni los fluidos, ni la excitación del caso.
Todavía me pregunto ¿Cómo hizo mi pene para mantenerse firme si yo lo único que deseaba era descansar? Aún no lo sé, lo único claro es que ella lo disfruto (eso tampoco me molesto ), a mi no me gusto y nunca lo había comentado. Ese día le di duro, pero sin ganas.
PD: No me sentí violado, ni traumado, ni menos o más hombre por ello. De todos modos, no me gusto y espero que para la próxima, mi pene sea más condescendiente conmigo.