Hay quienes creen que la vida son los años de existencia, hay quienes piensan que son la suma de lo cotidiano y lo casual. Yo pienso que eso que llamamos vida son los momentos de impacto que calan en lo más profundo de ti, y que te fuerzan a detenerlo todo para gozar ese instante eternamente, así sea en un ejercicio de recordar.
Verte por primera vez, es uno de esos momentos. Un momento de impacto.
Caminabas somnolienta con tu camisón holgado que te llegaba hasta la mitad de tus muslos blancos y delgaditos, llevabas un short de jeans sin dobladillo, deshilachado graciosamente. Tu carita blanca, tus ojitos cafés, tu naricita de botón, tu cabello negro suelto y enmarañado, el cual caía tres o cuatro centímetros sobre tus hombros. Paseabas a tu perro, una raza de pastor. Tamaño mediano, que iba tirando de tu brazo, al caminar por el andén de este conjunto residencial donde vivimos.
Quizás no debería verte en la forma en que te veo, así que procuro no ser tan evidente en mi contemplación. Quiero evitar, pero no puedo dejar de verte. Eres un ángel. Rebosas inocencia, ternura, fragilidad, te ves tan menudita y encantadora que no imagino otra cosa que abrazarte y dormirte en mi pecho. Mientras el mundo se cae a pedazos allá afuera. Sé como te llamas, porque cruzamos un par de palabras, eres tan amable y tu voz es muy dulce, vienes de Panamá, tienes toda una vida por delante. Pero no será conmigo, eso lo tengo claro.
Maldito tiempo, que me trajo a ti demasiado tarde. Mi niña, mi niña hermosa de una década y media.
Le llevo 8 años
0
Anonymous
0 Subscribers
Submit Answer
0 Answers