Miguel es casado, yo soy la novia de Daniel, su hermano. Hace un tiempo comenzamos a hablarnos más de lo normal porque solía comentar mis tweets. Una noche chateando con él, la conversación se puso más intensa, confesó que me quería dar con su verga, a lo que yo no le era indiferente, pues desde un comienzo atrajo mi atención, aunque por moralismos nunca había hecho ni dicho nada. Esa noche acordamos vernos para almorzar juntos al día siguiente. Me masturbé pensando en él.
Nos encontramos a medio día en un popular restaurante del norte de la ciudad. Yo llevaba un vestido corto con diminutas tangas y un escote visible al abrir una cremallera frontal. Mientras almorzábamos yo pasaba la punta de mi tacón por su entrepierna, él estaba excitado, lo sabía, me miraba con deseo y me propuso ir al edificio en donde queda su oficina. Una vez en el ascensor, tocaba su verga dura, que pedía a gritos salir. Nos bajamos en un piso donde sólo es archivo y no hay gente trabajando. Justo allí comenzamos a besarnos, eran increíbles las ganas que nos teníamos, lo deseaba con locura. Bajó la cremallera frontal de mi vestido y sacó mis grandes tetas. Me expresaba su fascinación por ellas y movía su lengua alrededor de mis pezones. Yo mientras tanto, abrí su pantalón, saqué su verga y lo masturbé con mis manos. Luego me arrodillé para contemplar su miembro erecto escurriendo sus jugos, noté que no es tan grande como el Daniel, pero me encantaba, lo escupí y lo metí en mi boca; él presionaba mi cabeza contra su cuerpo para que me la comiera todita, no dejaba de verlo extasiado cuando lo retiraba de mi boca y toda la saliva caía, yo estaba muy arrecha, mi cuca escurría gotas de placer. De repente me puso de pie, me dio media vuelta y empezó a jugar con sus dedos en mi vagina. Sintió mis jugos en sus manos y me decía cuánto le gustaba tenerme así de mojadita. Con una mano tocaba mi clítoris y con la otra mis tetas, era casi la gloria.
De repente sentimos los pasos de alguien que ágilmente subía por las escaleras, la excitación era muy grande como para dejar ahí, añoraba su verga dentro de mí, por lo que subimos al siguiente piso. Para mi suerte, ese piso estaba también vacío, sólo había un baño y una oficina, yo intenté abrir la puerta y no tuve ningún problema. Ya en la oficina, había un escritorio viejo y lleno de polvo, como pudimos tratamos de sacudirlo, me senté en él con mis piernas bien abiertas y él saco un condón de su pantalón para luego introducir su verga en mi vagina lavadita en sus jugos producto de la excitación y del peligro que nos encontraran. Venía preparado, sabía bien lo que hacía, lo cual me excitaba más. Metió su miembro chorreante con fuerza, tapó mi boca con sus manos, pues yo como una perra jadeante dejaba escapar uno que otro gemido. Luego me puso en cuatro encima del mismo escritorio, en ese cuarto oscuro, me clavaba con fuerza, halaba de mi cabello y yo sentía como su pene erecto llegaba a lo más profundo de mi ser, mis tetas que son bien grandes se movían al ritmo de la penetración, él las tocaba con una mano y con la otra tocaba mi clítoris... estaba fascinada por ese hombre. Luego me hizo un sexo oral que me supo a gloria, se comía los labios con ternura y lamía mi clítoris con buen ritmo, introdujo su lengua , luego sus dedos y con su boca no dejaba de besar todos los pliegues. Me hizo venir de esa forma, y al tenerme así volvió a penetrarme esta vez con más fuerza, hasta que se su leche comenzó a brotar de su miembro duro. Estábamos todos sudados y con la respiración agitada. Nos arreglamos y salimos del lugar. Tomamos el ascensor, él se bajó en el piso donde quedaba su oficina, nos despedimos con un beso en la mejilla y luego yo salí del edificio.
No hemos vuelto a hablar de ello, y tampoco quisiéramos que nuestras respectivas parejas lo supieran, por lo que por el momento, ha sido una fantasía cumplida para ambos.