Más que una confesión es un relato.
Teniendo los 20 años que tengo, para mi el sexo siempre había sido de las cosas más entretenidas del mundo, principalmente porque solía mantener el control en mis relaciones, sin venirme ni una sola vez y viendo la carita de desesperación de mi pareja al no poder hacerme venir mientras ellos ya no podían aguantar mucho más (Hagan Kegels de cuando en cuando)
Ahora, en mis tres últimas relaciones me encontré con un gusto extraño por la sumisión. Hasta que en mi actual encontré lo que solo puedo definir como un sueño.
Al principio fue un 50-50, con un filósofo muy habla mierda que tenía buenas manos pero ese problema serio de muchos hombres de pensar que son el mejor polvo de la vida de su pareja. Adicional, con la bobada de muchas chicas de decirles que si, que todo estuvo bien, y condenarnos automáticamente a polvos monótonos. Fue en alguno de los momentos que me aburrí de escucharlo decir que todo lo hacía tan bien, que encontré que podía venirme una y otra vez, y no solo eso, sino que cada vez las paredes vaginales se hacían más fuertes, hasta que la presión hacía que cualquier movimiento pusiera a mil a mi pareja.
Estando sobre él, comencé a moverme por mi propio gusto, por mi propio interés y para mi propio beneficio, el resultado fueron contracciones que no se detenían, momentos de orgasmo que eran reemplazados por otro casi de inmediato, hasta que ya no queda casi voz, y todo se convierte en un recuerdo borroso de calor que sube por todo el cuerpo.
Las cosas con ese tipo terminaron, tenía mucho ego en la cabeza y algo un poco debajo del promedio, y muy poca creatividad. Era casi como tener polvos nihilistas, reales y entretenidos pero faltos de sentido.
En seguida vinieron dos relaciones muy casuales.
La primera, con un paisa muy bien acuerpado que me agarró en una noche pasada de tragos donde tuve que andar en ropa interior después de bañar a una chica que se vomitó en la casa del anfitrión. Hay algo especial en tocar músculos bien formados y en que te agarren sabiendo que es la única vez que te van a tener así. Amanecí con chupones y morados por todo el cuerpo, donde el tipo me había agarrado con un poco más de fuerza. Los multiorgasmos, lamentablemente, no volvieron.
En ese momento, se me abrieron los ojos a un mundo de posibilidades, pero mantuve un buen rato sin hacer nada, aproximadamente unos 4 meses de coqueteo aburridor.
Un día, sin pensarlo, me quedé a tomar con unos amigos, lo próximo que supe es que tenía los ojos de uno de los tipos (de más de 45 años) que estaba sentado con nosotros, casi pegados al cuerpo. Nos dijo que siguiéramos la fiesta en su casa, donde me arríncono y empezó a besarme mientras me metía las manos bajo la blusa, me dio muy buen trago y me invitó a dormir en su cama.
En ese momento tuve un instante de pensamiento que creo que todos hemos atravesado o atravesaremos en nuestra vida. "¿Debería acostarme con esta persona?" Ciertamente en este punto de mi vida diría que no, pero siendo la persona curiosa que soy, decidí darle una oportunidad.
Esa noche tuve lo que llamaría un polvo rejuvenecedor. El tipo hizo de todo conmigo, desde ahorcarme hasta intentar tener Anal conmigo, lo que me mató a no volver fue su gana de tener algo oficial conmigo, y lo que en meses posteriores se convirtió en un acoso pasivo muy propio de un jovencito de 15 años. Esa noche, visitó sin embargo uno de los mejores multiorgasmos de mi vida, donde mi cuerpo seguía contrayéndose una y otra vez aunque el tipo ya solo estaba el lado mío con un brazo abrazándome.
En cada uno de esos momentos entendí por qué no comprendía a las mujeres que tardaban de 10-15 minutos en hacerse venir, cuando yo apenas puedo durar unos dos minutos, y entendí por qué se saciaban con una única vez cuando yo debo hacerlo hasta que mi cuerpo cede a la realidad de que no vamos a estar teniendo sexo. Entendí que había un potencial en lo que yo podía llegar a sentir.
Pero nada me preparó para lo que vendría a recibirme este año.
Ahorrando un montón de detalles, quisiera preguntar si alguna vez han tenido que parar un momento a contemplar un pene que simplemente puede definirse como majestuoso.
Que marca cada una de las venas que tiene, y se ve casi triunfante de lo erecto que está, que no cabe en la boca ni en las manos, y es lo suficientemente grueso para que uno deba preguntarse si de verdad se va a sentir tan bien.
Si su pene no entra en esta descripción, está bien, realmente el tamaño no importa, siempre prima más la intención. Pero al igual que uno aprecia un buen trasero, o un buen par de senos, unos muslos bien formados, o alguna forma particular del cabello de la persona que se va a comer, un falo de esas proporciones es casi una obra de arte.
En resumen, desde que vi ese pene delicioso frente a mí supe que venía un cambio muy especial a mi vida. Fue la primera vez que no pude aguantar el polvo, que mi cuerpo simplemente se llenó de endorfina hasta que tuve que pedir que parasemos, porque no podía responder a todo lo que mi cuerpo sentía. La primera vez que no me podía pasar un falo hasta la garganta porque era simplemente demasiado. La primera vez que sentía que no podía pasar más de un par de semanas sin estar con esa persona porque entonces mi tranquilidad y mi líbido se volvían incontrolables.
Me encontré volviendo unos cuantos días después. Con una pareja fascinada por el hecho de que pudiera venirme una y otra vez, que se encantara con los gemidos que salían de mi boca y la manera en que quería seguir hasta que el sintiera que era hora de terminar. ¡Una pareja que no se aburría de estar tirando con el!
De ahí podemos contar varios meses de un sexo delicioso. Algo que como mujer podría llamar un sexo atento. Una fantasía donde tu pareja no te pregunta si se siente bien o no, sino que lee tus movimientos, contracciones, cambio en la respiración, y juega alrededor de ello hasta que ve que lo único que podría mejorarlo todo es la penetración.
Uno donde de verdad quieres sentir el miembro palpitante de ese hombre en tu boca, donde quieres mirarlo a los ojos mientras le haces la mejor felación de tu vida, donde quieres que te agarre la cabeza y te meta hasta el fondo todo el falo, donde ya no te da asco el sonido de tu garganta abriéndole paso.
Así, con todo tan irreal fue como en una noche donde ambos nos pasamos de trago, y en medio de una fiesta den que tuvimos que ir al baño a aliviarnos, descubrí el squirting.
La sensación inicial no fue nada similar al porno, no fue este estado de orgasmo mágico donde mi cuerpo enloquecía y mi vida se ponía de cabeza mientras salía un líquido transparente de mí. Fue sentir una contracción que lo sacaba de mí, mientras solo tenía pensamientos confusos de si eso era lo que acababa de ocurrir. Las siguientes casi dos horas fueron un squirting continuo, donde la sensación del alcohol finalmente se despejó y solo quedó el estado mezclado entre confusión, un baño encharcado de fluidos vaginales y un cosquilleo que se repartía por todo mi cuerpo.
Si lo confieso, me vengo cada vez que tengo sexo, me vengo hasta que no puedo gemir y solo salen gruñidos y suspiros de mi boca, me vengo hasta que las piernas se me empapan de squirt, y luego tengo unas cuantas horas de abrazos y besos que no pienso cambiar por nada del mundo.