Estaba en el apartamento ocupado en no sé qué asuntos, no lo recuerdo, pero sí rememoro la llamada al cel; número desconocido y una voz algo ajena. ¿Hablas con…? (Casi tentado a escribir su nombre) ¿Estás trabajando? ¿Puedo ir un momento? Mi respuesta: hoy no, mañana sí a tal hora, me llamas sin embargo por favor. Llamada corta no más de un minuto, tiempo suficiente para ese tipo de comunicación.
El día se fue y llegó el del reencuentro; aseo al apartamento, a prepararse y esperar. No pensé que fuera a llamar, hacia meses que no nos comunicamos y francamente no me importaba, como no me importa si vuelve y desaparece o deja de existir. En fin, llamó confirmó y llegó 10 minutos antes. Entró con un vestido ligero de una pieza tipo short, mientras cerraba la puerta me enfoqué en esas nalgas que aun hoy son mi delirio; grandes, firmes, pomposas, sencillamente hermosas. Me acerqué y la bese y poco a poco me la fui llevando a mi habitación; le pasaba las manos por la cintura, por esas duras nalgas y la metí a mis aposentos.
Una vez ahí, de frente contra la pared, la tome del cuello con mi mano izquierda, la bese en su boca y cuello y le pregunte ¿Me extrañaste? Y ella respondió: ¿Tú qué crees? Eso excitó más, le apretaba del cuello, quería cogérmela y someterla como ella sabe que me gusta y me lo permite. Le quité el vestido y ella me quitó la camisa y le empecé a meter mi mano en su entrepierna y a jugar con mis dedos; estaba húmeda y ella gemía mientras la sometía sutilmente contra esa pared. Me sacó el pene del pantalón, me masturbo duro para ponérmelo como a ella le gusta; firme y grande, siempre me lo confesaba. No soporte más, se lo tenía que meter en la boca y la tomé del cuello y la ‘obligué’ a que me lo chupara. Lo hizo con ganas, con deseo, con lujuria, entraba y salía de su boca ayudada por su mano; como ella decía: me encanta tenerlo en mi boca y ver cómo te desesperar mientras se pone más duro y lo dejas salir de a poco.
Luego me dijo: a la cama, quiero hacer el 69. ¿Y yo? obediente como como un buen perro; ella arriba y yo abajo. Confieso que ese equilibrio no lo he logrado con otra o al menos, no lo recuerdo con tanta claridad; sumisa en su justa proporción y dominante en la dosis correcta para que agrade. Ella me lo chupaba una y otra y otra vez, bajaba y subía con su boca, o simplemente con esta quieta, y jugando con su mano, ella me ponía sobre las cuerdas; sabía que así podría obligarme a eyacular, pero entendía perfectamente hasta dónde ir. Conocía el frígido balance que hay entre su placer y mi éxtasis, sabia como manejar ese delicado punto de equilibrio. Y yo por mi parte, besándosela para iniciar mientras le tocaba y apretaba ese trasero de ensueño que sofocaba mi rostro. Mientras más se excitaba, más me concentraba en su clítoris, y luego a quedarme ahí; subía, bajaba, arriba abajo, en círculos… Para eso no hay técnica considero, solo las ganas de hacerlo, de desfrutarlo y de dar placer, lo demás lo pone ella en tu boca y así aumenta el deleite.
En fin, mataba el antojo de que se lubricara en mi boca y mientras yo lo hacía arañaba sus nalgas y las golpeaba, eso la excitaba más, eso la hacía más lujuriosa. Llegado un momento, estaba tan excitada y yo con tantas ganas de eyacularla en la boca, que le metí un dedo en el ano y otro por su vagina; entre más la estimulara y ella se viniera encima de mí (que lo añoraba), más posibilidades de derramarlo en su boca como a los dos nos encantaba: fuerte, espeso y abundante. Nunca lo había hecho lo la triple estimulación, jamás lo había planeado, en ningún tiempo lo había visto, solo que cuando me excitan correctamente soy muy creativo e inquieto en la cama; exploro desesperadamente en medio de la selva para matar a mi presa mientras me excita la cacería.
Fin de las metáforas, lo hice en su boca, la llene de semen como si de eso dependiera mi vida y ella encantada; aunque intentara hacerlo en su cara o lo hiciera para que se derramara simplemente (y en ocasiones ya lo había intentado y se lo había pedido), tarde o temprano terminaría en su boca o en su boca. Ella me decía: no lo puedo evitar, siento que se desperdicia y ese es mi premio. ¡Dios, me excito de solo escribir esto! En fin, se vino encima de mí y triplemente estimulada (confieso algo, me gusto y lo quiero repetir con otras) y yo luego le llene esa boca de semen, como hacía meses no lo hacía, como si no fuera a volver nunca. Al final, los dos a lado y lado de la cama.
Cuando los dos quedamos tendidos listos para el conteo de diez, no hablamos, nos quedamos quietos y esperamos el siguiente. Y la historia del siguiente lo escribiré luego, hubo tiempo para más de uno, hubo tiempo para darle más por su premio.