El mal polvo no es él, es ella.
Por años les hemos exigido a los hombres rendir sexualmente en la cama, exigimos penes largos, eyaculación tardía, movimiento pélvico según como lo imaginamos, fuerza, firmeza, un pre-coito fabuloso, cero equivocaciones, los besos de forma especial para cada etapa del coito y como mínimo, un orgasmo. Nuestra exigencia ha sido tan desquiciada que a pesar …